Me gustaría comenzar esta entrada aclarando que lo que vas a leer a continuación se trata de un artículo de opinión, y como tal, aunque se manejen datos reales y verificables, cuenta con un cierto componente de subjetividad, lo que implicará que puedas estar o no de acuerdo con las siguientes líneas.
Una vez aclarado esto, y como persona que necesita expresarse mediante el lenguaje audiovisual, con ideas para realizar un cortometraje, me hago la siguiente pregunta: ¿Es rentable hacer un cortometraje? La respuesta dependerá de cómo enfoquemos el término rentabilidad.
Muchos estaréis de acuerdo en que un cortometraje se trata de una inversión a medio/largo plazo en tu carrera como cineasta, actor o guionista. Un modo de poder mostrar tu talento y capacidades al mundo. Si tu trabajo alcanza la suficiente repercusión, puede suponer un punto de inflexión en tu carrera. Si no es el caso, habrás dejado en el camino mucho esfuerzo y energía que por supuesto traen consigo un enorme aprendizaje. Por ello entiendo que sea cual sea el destino del cortometraje, habremos obtenido algo valioso a cambio.
También desde un punto de vista artístico, creativo e incluso moral, por supuesto que es rentable. Somos seres racionales que necesitamos del arte para nuestro desarrollo como personas, y también necesitamos expresar lo que sentimos. Si sientes la necesidad de hacerlo de este modo, sólo puedo decirte que tenemos la obligación con nosotros mismos de cuidarnos, y eso implica expresar lo que tenemos dentro.
Pero si lo miramos desde un punto de vista estrictamente económico, en estos momentos la respuesta en la mayor parte de los casos es NO. Puedes usar tus ahorros, convencer a tus amigos o incluso a grandes profesionales para que se sumen a tu proyecto. Si de verdad crees en él, no vas a tener ningún problema, pues la mayoría de profesionales de este sector están completamente enamorados de su trabajo, y si el proyecto merece la pena, y tú eres capaz de trasmitir pasión, todo es posible. Pero después de todo eso, cuando hagas las cuentas es difícil que el resultado del proyecto no sean números rojos.
Si nos paramos a analizar las principales vías de financiación previa de un cortometraje, estas suelen ser:
- Capitalizaciones: básicamente conseguir que la gente no cobre por su trabajo, lo que continúa perpetuando la precariedad en el mundo del corto.
- Ayudas públicas: ya sean estatales, autonómicas o locales, son escasas y en el caso concreto de España, únicamente cubren un porcentaje del presupuesto.
- Crowfunding: si tus necesidades no son muy elevadas, y lo mueves bien, puedes llegar a conseguir el apoyo suficiente, pero seamos sinceros, la mayor parte de aportaciones suelen venir de familia y amigos.
- Apoyos de Organizaciones y Fundaciones: aparte de no ser fáciles de conseguir, suelen estar reservadas a un tipo concreto de historia, normalmente con una importante carga social.
- Inclusión de marcas: esto suena muy bonito, pero la realidad es que por esta vía normalmente lo máximo que se consiguen son aportaciones en especie, que ayudan, pero no resuelven el problema. Existe la excepción del Branded Content, pero hablamos de algo muy diferente, donde el control de la obra y su narrativa reman por donde indica la compañía, ya que por su propia naturaleza se trata más de una pieza publicitaria que artística. Además, las marcas suelen contar para ello con directores ya consagrados.
Por tanto, en la mayoría de casos tendrás que terminar invirtiendo dinero de tu bolsillo o de la gente cercana a ti. Pero, ¿y una vez realizado?
Una vez tu corto sale del horno, entrarás a un Circuito de Festivales donde lucharás por conseguir algún premio, que normalmente oscilará entre los 200 € y los 2.000 €, aunque hay que reconocer que hay Festivales en nuestro país que otorgan premios de 9.000 € e incluso más.
Uno de los principales problemas que nos encontramos aquí es que competirás con cortometrajes de todas partes del mundo, incluyendo los de países donde el apoyo público al sector audiovisual es rematadamente superior, y de otros donde es la propia industria la que apuesta por los cineastas emergentes, lo que hace que cuenten con muchos más medios.
Si tu recorrido por Festivales y Premios es muy positivo, tendrás la posibilidad de alojar tu cortometraje en alguna plataforma, que normalmente tratará tu trabajo como un producto menor, y que te ofrecerá una “limosna” a cambio de ofrecerte visibilidad.
Desde mi punto de vista esta es la triste realidad, y ocurre porque no existe una “industria del cortometraje”. Los principales agentes del sector no ven al corto como un producto potencialmente rentable, pero no tiene por qué seguir siendo así.
Lo cierto es que hay un segmento del público al que le gusta ver cortometrajes, que los disfruta. Tal vez a día de hoy sea pequeño, pero sus posibilidades de crecimiento no son ninguna utopía. Nadie niega que a día de hoy existe una demanda real de contenidos de corta duración, y por tanto un público susceptible de convertirse en consumidores de cortometrajes.
Es por ello que plataformas como VeoCortos luchan por conseguir este cambio en el mercado, ofreciendo contenido de alta calidad y accesible a un público que, aunque a día de hoy probablemente lo desconocen, serán la legión de cortófilos del futuro.
Nadie dijo que crear nuevos caminos fuera fácil, pero entre todos podemos conseguir cambiar el curso de los acontecimientos y dignificar al sector.
Larga vida al corto.
Muy buena aportación Miguel 😉
El mundo de los cortos es el gran desconocido, vamos a darle visibilidad!